Después de la primera presentación hecha sobre la histeria cotidiana, una seguidora (Sole) propuso como lugar de histeria el aeropuerto. Al principio pensé que era un lugar por demás exclusivo como para ser considerado un sitio histérico, sin embargo, entendí que los lugares de paso, de espera, previos a subir a un transporte, son espacios propicios para histeriquear. Y más si se trata de un viaje de larga distancia.
No se sabe bien por qué, pero mientras esperamos chequeamos quienes son nuestros compañeros de viaje. Con la mirada tratamos de ir seleccionando nuestro compañero/a de asiento como si nuestra mente fuera más fuerte que el número de asiento establecido en el boleto.
Lo cierto, es que lo primero que haremos, es entablar contacto visual en las áreas de espera; una vez anunciado el permiso para abordar o subir (depende si es avión, barco o micro, o el poco vocabulario que tenga), nos buscaremos con la mirada para ver si por lo menos podemos hacer la cola de ingreso juntos. Cuando nos indican el asiento, comenzamos a reojear si tenemos la fortuna de ser acompañados por “el/la elegido/a". Por lo general nunca sucede, siempre toca la peor de todas las posibilidades: niños molestos.
“No importa”, nos diremos a nosotros mismos y buscaremos rápidamente, mientras acomodamos el bolso de mano, el lugar en donde se sentó. Y si está al alcance de nuestra vista nos hostigaremos con vistazos pseudo casuales invitándonos mentalmente a mantener una extraña relación de amor que durará lo que dura el viaje ya que una vez que termine seguramente nos esperen destinos turísticos distintos, objetivos distintos o, por qué no, tu pareja.
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